Un monumento conservado de manera sorprendente en el que han sobrevivido los frescos, los suelos de mosaico y algunas decoraciones, un caso especial y único en todo el norte de Italia.

El santuario estaba constituido por cuatro templetes separados, situados sobre un gran podio y precedidos por un pronaos, al que se accedía por escaleras separadas, dispuestas en línea con las puertas de acceso de cada una de las aulas de culto. Un friso de piedra, cuyos fragmentos han llegado hasta nosotros, decoraba el arquitrabe de los cuatro edificios. En relieve se reproducen guirnaldas de flores y frutas unidas por cintas y suspendidas a cabezas de buey (bucráneos) rodeados con bandas (teniae); encima de cada una de las guirnaldas se representan los objetos relacionados con el rito sacrificial. Las paredes exteriores estaban cubiertas con un finísimo enlucido de color marfil; pilastras de estuco con bases de piedra caliza se levantaban en las esquinas del edificio, coronadas por capiteles de orden corintio-itálico, llenos de hojas de acanto en relieve. El suelo de este profundo pronaos estaba cubierto de cemento rojo con fragmentos de mármoles polícromos: un material muy resistente, hecho de ladrillos triturados y argamasa, con un tratamiento final de color rojo. El interior de las salas estaba dividido en tres naves por dos filas de columnas estriadas de ladrillo, con un acabado en estuco blanco. Las columnatas a lo largo de las paredes delimitaban una amplia zona central, pavimentada con mosaicos, que terminaba, en la pared del fondo, con un podio bajo, enmarcado por un edículo. En este espacio se colocaba la estatua de culto de una divinidad femenina, de la que se conserva la cara; el resto del cuerpo fue realizado uniendo diferentes materiales como mármol y madera, recubierto luego con telas preciadas, que aludían al cuerpo (acrolito). Un gran mosaico blanco, con marco negro, cubre completamente el suelo de la sala, mientras que las partes elevadas - a lo largo de las paredes laterales y en la del fondo, en correspondencia con el edículo - están cubiertas con losetas rectangulares irregulares policromadas con un "efecto esterilla". Un bordillo en piedra caliza rosa delimita estas zonas, mientras que aparece eliminado en la zona del podio. La decoración de las paredes se realizó entre el 89 y el 75 a. C., como el resto del edificio, con la intervención directa de maestros procedentes del área centro-sur de la península. Los motivos decorativos tienen un patrón similar, aunque con algunas variantes, tanto en las dos salas externas como en las dos internas; en todas ellas, la arquitectura pintada encuentra correspondencia con la real, creando la ilusión de ambientes más grandes, con profundidad y perspectiva. En la sala IV, aparece pintada una cortina blanca con flecos colgando entre las columnas; está decorada con ondas corrientes de color rojo, guirnaldas vegetales con cintas y bandas decorativas de varios colores (violeta con flores doradas, gris con almenas y roja a dientes de lobo). En los puntos en los que aparece plegada, permite ver la pared trasera en almohadillado verde. En la parte central se reproducen, sobre un estante, placas de brechas de mármol intercaladas con losas de color rojo, con el detalle de los bordes cortados trasversalmente y algunas fisuras falsas. En la zona más alta de la pared habría un motivo con losas pintadas que imitaban el alabastro. Toda la decoración está pintada como si la luz proviniera de la entrada de la sala y los frescos fueron pulidos con cera de abeja y aceite de oliva, para que las superficies que imitaban la piedra y el mármol fueran más brillantes. El santuario fue sometido a una reestructuración profunda en la época de Augusto, y al final fue demolido en el 73 d.C, cuando se construyó el Capitolium.