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La Vía Spluga
El Spluga, “paso sublime”, salvaje y fascinante, y su vía, encerrada en un valle áspero pero rico en historia
Comienza con la Vía Spluga, el tramo italiano, todo lombardo, de la llamada Vía Francígena renana, una ruta histórica que conecta, a través de los Alpes centrales, el valle del Rin con el valle del Po y la Vía Francígena de Sigerico.
Documentado en la cartografía romano-imperial, el camino ha visto durante siglos el pasaje, con bestias de carga, carros y carruajes, de comerciantes, viajeros, ejércitos, peregrinos y grandes personajes de la cultura europea, como Erasmo de Rotterdam.
Poco tiempo después de la construcción de la carretera del Spluga (1823), fue edificado el importante túnel contra las avalanchas, al sur de la puerta de arancel, por motivos de seguridad durante el período de invierno.
Hoy es uno de los últimos testimonios del compromiso masivo en la construcción de obras viales que, durante milenios, permitió hacer frente a los peligros del invierno.
Los hallazgos de la Edad de Bronce y la Edad de Hierro indican que el paso del Spluga ya se había recorrido en época prehistórica. El nombre “Spluga” deriva de “spelu(n)ca” es decir, cueva, gruta. De hecho, cerca de Montespluga hay una cueva comúnmente llamada “truna de l’urs” (cueva, guarida del oso).
En el pasado, al paso de Spluga se le conocía como monte o paso del Oso. A partir de aquí comienza el descenso por el Valle San Giacomo. El tramo inicial de la ruta coincide con la fascinante y, al mismo tiempo, arriesgada carretera romana en el desfiladero de Cardinello, hasta Chiavenna (333 m), el punto “clave” (Clavenna) de la vía del desfiladero.
Una vez en Chiavenna, no puede dejar de visitar la Colegiata de San Lorenzo, de origen románico. La Colegiata es uno de los monumentos más importantes de la ciudad, con sus decoraciones interiores, su espléndido pórtico cuadrilátero, el imponente campanario del siglo XVI, la pila bautismal de 1156 y el Museo del Tesoro lleno de obras de arte, como la preciosa “Paz” de Chiavenna, una cubierta del evangeliario, una obra maestra de joyería medieval que se remonta al siglo XI.
No se pierda el Molino de Bottonera en el antiguo barrio artesano de Chiavenna, un raro ejemplo de arquitectura industrial donde, incluso hoy, vive el recuerdo de la incesante obra de los molineros del siglo XIX. En cada uno de los cuatro pisos en que se divide es posible admirar las peculiaridades de la estructura de madera, materia prima para la construcción de sus elementos principales.
La Vía Spluga es un itinerario en etapas organizado a la medida para los turistas, que dura de cinco a siete días.
5 RAZONES PARA SEGUIR EL ITINERARIO
- Después de pasar por “Soste”, un antiguo centro de intercambio de caballos se entra en el valle de Cardinello, donde el sendero discurre a lo largo del desfiladero hasta la mitad como un largo balcón a plomo con vistas al torrente Liro que, impetuoso, nos recuerda las trágicas travesías invernales de ejércitos y jinetes.
- Es imposible no detenerse y comer algo en la “Locanda del Cardinello” que, desde 1722, ofrece un refrigerio a los viajeros de la Vía Spluga.
- El Paso del Spluga, (Splügenpass en alemán, Pass dal Spleia o Pass dal Splegia en rético), a 2.114 metros, es uno de los puertos de montaña más importantes de los Alpes, conocido desde la antigüedad como un punto crucial de tránsito.
- El Museo de la Vía Spluga se encuentra en el histórico edificio del siglo XVI de la aldea de Corti di Campodolcino, y es el único museo lombardo dedicado a una vía histórica, testigo de la civilización del valle y del papel histórico y comercial que la Vía ha tenido a lo largo de los siglos, canal de comunicación entre la cuenca mediterránea y la zona norte de los Alpes.
- El Santuario de Gallivaggio, iglesia bautismal en Val San Giacomo, junto con el Santuario de San Guglielmo, recuerda que el itinerario del Spluga no era sólo un camino para mercaderes, sino también para peregrinos. En 1492, el año del descubrimiento de América, en estas partes es recordado por la aparición de la Virgen a dos niñas. Una experiencia de fe mariana vivida cientos de años antes que, en Lourdes, Fátima o Medjugorje.