Desde los lagos de Medio, Inferior y Superior que el río Mincio crea cerca de la ciudad, es suficiente seguir la llamada de las cúpulas del Palacio Ducal para entrar en la ciudad.

Un mundo sin tiempo. Los que lo diseñaron fueron los Gonzaga, junto a los mayores artistas de esa época. El Palacio del Té, en las afueras, es la villa del ocio firmada por el gran arquitecto Giulio Romano. Al pintor Andrea Mantegna, Ludovico II le confió, en cambio, en el grandioso complejo del Palacio Ducal, un fresco que tenía que celebrar su dinastía. La Cámara nupcial vio la luz después de nueve años de obras. Sólo para ver esta obra maestra del renacimiento valdría la pena el viaje a Mantua. O planificar una escapada para el Festivaletteratura de septiembre, con centenares de lecturas en la cartelera entre plazas, teatros y palacios.