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Mantua y Cremona
Dos ciudades, dos patrimonios Unesco. Nuestros consejos para un fin de semana entre Mantua y Cremona
Maravillosos frescos, tradición artesanal y sabores locales. Tres días en Mantua y Cremona para descubrir las obras maestras de Mantegna, el arte del luthier y del sabor.
Mantua y sus gigantes
Una ciudad Patrimonio de la Humanidad UNESCO, gracias a la ambición de la familia Gonzaga que transformó Mantua en una verdadera joya del arte. En el Palacio Ducal, la famosa Camera degli Sposi con frescos de Mantegna. Si se alza la mirada se admiran los querubines y pavos reales de la «Camera Picta». En el Palacio del Té, el talento de Giulio Romano resplandece en la arquitectura y en todo el ciclo de frescos, transformando cada superficie en una maravilla: desde la Sala dei Venti hasta la Sala delle Aquile, hasta la majestuosa Sala dei Giganti. En la ciudad, vale la pena visitar el Teatro Bibiena, definido por un joven Mozart como el teatro más bello del mundo, y la Biblioteca Teresiana. Y también la Piazza delle Erbe con la Basílica de Sant'Andrea de Leon Battista Alberti y la Rotonda di San Lorenzo. Al final del día, el consejo es abandonar la ciudad: a orillas del Mincio, la puesta de sol sobre el horizonte de Mantua es impresionante.
Cremona, la ciudad del violín. Y mucho más
Stradivari, Guarnieri, Amati. Son los grandes nombres de la luthería cremonesa. Una tradición artesanal que desde 2012 es Patrimonio Inmaterial Unesco. Aún hoy, 154 talleres abiertos a la ciudad transforman las calles de Cremona en un lugar mágico. Para admirar los grandes violines renacentistas, se recomienda una visita al Museo del Violín, que incluye dibujos de proyectos originales e instrumentos de época. Pero la historia de Cremona es aún más antigua. Así lo atestigua la fachada de la Catedral, que desde el siglo XII reúne todos los estilos de las épocas que atravesó: del románico al barroco. En la espléndida plaza, también se encuentran el Baptisterio, con su cúpula de 35 metros de altura, el Torrazzo, con el reloj astronómico más grande del mundo y el primer nuevo museo vertical. Y también los arcos del antiguo Ayuntamiento. Vale la pena visitar el Teatro Ponchielli, en el que, entre otros, también trabajó Luigi Canonica.
Los sabores intensos de la tradición
De los quesos, con el Salva cremasco, hasta los embutidos, con el salame de Cremona. Todo acompañado con una clásica Mostarda picante. Luego el postre por excelencia, el turrón. Una receta de siglo XV que transforma las claras de huevo, las almendras y la miel en un producto único, al que la ciudad dedica una gran fiesta cada año. En Mantua, la calabaza es protagonista. Un imprescindible: los famosos tortelli de calabaza, estrictamente con amarettis.