En las últimas dos décadas del siglo XV, Milán, bajo el magnífico y poderoso señorío de los Sforza, fue el eje central del mundo creativo, empresarial y financiero.

No se resistió a sus halagos Leonardo da Vinci, a sus treinta años, que llegó a Milán en la primavera de 1482, curiosamente como músico.La corte de Ludovico el Moro quedó estupefacta cuando lo oyó tañer una lira plateada en forma de cabeza de caballo, que él mismo diseñó. Tocaba como nadie lo hizo antes.

Fue sólo el comienzo de lo que el genio inventivo de Leonardo habría mostrado durante su estancia en Milán y Lombardía. Todavía hoy es fascinante trazar un itinerario tras los pasos del gran genio florentino, que no podía empezar sino en la capital y, precisamente, en el refectorio del convento de la basílica de Santa Maria delle Grazie, donde se encuentra una de las obras más famosas de la historia de la pintura universal: la "Última Cena".

En su persistencia lábil y misteriosa de formas y colores, a pesar de los daños causados por el tiempo y el hombre - fue salvada milagrosamente por los frailes durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial - es la única pintura mural realizada en seco por Leonardo, sin la técnica del fresco. Incluso hoy en día fascina a cientos de miles de visitantes.

Leonardo, cuando en 1498 estaba a punto de terminar la "Última Cena", recibió como regalo un viñedo del duque, cuyas parras sobrevivieron hasta los bombardeos de 1943, a pocos pasos de Santa Maria delle Grazie, detrás de la fachada todavía visible de la que una vez fue la Casa de los Atellani. Gracias a los recientes estudios agronómicos que han recuperado las raíces de ese viñedo del siglo XV, ha renacido uno de los lugares más evocadores de la memoria leonardesca en la ciudad, la llamada "Viña de Leonardo".

A pocas manzanas de distancia, en el antiguo sitio del monasterio de S. Vittore al Corpo, el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología llamado precisamente “Leonardo da Vinci” alberga una galería donde se han reconstruido fielmente las máquinas leonardescas.

Desde el Museo, se puede volver a pasear por la ciudad - gracias a una eficaz aplicación digital, LeonardoAround - hacia otro lugar de interés: el Castillo Sforzesco, que entre 1494 y 1499 se transformó en uno de los palacios renacentistas más suntuosos de Europa, gracias precisamente a la aportación artística y de ingeniería de Leonardo.

 Además de la memoria de las pomposas fiestas cortesanas - memorable, en 1490, la llamada Fiesta del Paraíso para celebrar la boda de Gian Galeazzo Maria Sforza e Isabel de Aragón, organizada bajo su dirección escénica - de Leonardo hoy se conservan los frescos al temple que decoran la bóveda y una pared de la Sala delle Asse, en la planta baja de la torre angular al noreste, “la Falconiera”.  Siempre en el Castillo, en la Biblioteca Trivulziana, se conserva el manuscrito Trivulziano, compilado entre 1478 y 1490 y que contiene estudios de arquitectura y caricaturas.

 Otro autógrafo muy valioso es el Códice Atlántico: más de 1110 hojas de los escritos y dibujos de Leonardo, que se conservan en la Biblioteca Ambrosiana. Leonardo nunca deja de sorprender, ni tan siquiera cuando abandona la ciudad.

Gran estudiante de hidráulica, son suyos los complejos estudios de canalización y esclusas que aún hoy caracterizan el paisaje de los Navigli, desde el Naviglio Grande, hacia el Ticino y el Lago Mayor, hasta el Naviglio de la Martesana, que hacia el noroeste une Milán con el curso del río Adda.

Justo a lo largo del Adda entre las provincias de Milán, Bérgamo y Lecco, es posible visitar el Ecomuseo Adda de Leonardo: combina puntos de atracción natural, de paisaje y tecnología con una ruta al aire libre. En Imbersago, en la orilla de Brianza, hay un ferry que aún funciona según un principio dinámico de cuerdas y corrientes.

En su estancia en Lombardía, parece que Leonardo no escatimó consejos para la construcción de la cúpula de la Catedral de Pavía, que se realizó solo en el siglo XIX, y para ese tesoro que es la Plaza Ducal de Vigevano, con su castillo adyacente, en cuyas salas se encuentra actualmente el nuevo museo “Leonardiana”, dedicado a la vida y obra del maestro florentino.

Y si alguien quiere tener una idea de la forma y las proporciones de la estatua ecuestre más grande del mundo que Leonardo diseñó y preparó para conmemorar al duque Francesco Sforza, puede ir frente al hipódromo de San Siro y admirar una copia.