Desde 2008 Patrimonio de la Unesco, las ciudades de Mantua y Sabbioneta son dos joyas del Renacimiento italiano, profundamente unidas entre sí.

El urbanismo era un tema apreciado en el Renacimiento: la colocación de las calles, plazas y edificios, en un mundo perfecto, iba a realizar los principios de racionalidad y ciencia, punto esencial del pensamiento de aquella época.

Pocas veces se ha logrado pasar de la filosofía a la práctica: Sabbioneta es uno de esos casos raros. Todo, a partir de las murallas defensivas, las calles dispuestas como un tablero de ajedrez, hasta la posición estratégica de los espacios públicos, te permitirá seguir percibiendo lo que se entendía por Ciudad Ideal. En cambio, Mantua es ejemplo de una correcta evolución de una ciudad existente.

A pesar de su origen etrusco y de las modificaciones medievales, el tejido urbano se ha modificado para seguir magníficamente los ideales renacentistas. Esta atenta planificación territorial es mérito de las iniciativas de la familia Gonzaga en las áreas de su dominio.

El deseo de alcanzar la forma perfecta, como manifestación de la grandeza del linaje, ha permitido a estos centros ser el punto de referencia de los futuros intentos de organización de nuevos asentamientos, incluso en Europa. Se ha añadido una virtud más implicando en la proyección a algunos de los mayores artistas italianos, entre ellos Leon Battista Alberti, Andrea Mantegna y Vincenzo Scamozzi.